2/ Noches de Tailandia

En Tailandia las noches son demasiado cortas para los vicios y demasiado largas para los insomnes. Los perros salen a intentar echarse algo a la boca. Los gatos no lo necesitan, tienen hasta templos en los que se pide limosna para ofrecerles comida. Son semidioses felinos en la Tierra.

En las noches de Tailandia asoman las vergüenzas. Los vagabundos vagabundean y hay niños durmiendo sobre cartones con un vasito del Starbucks a sus pies pidiendo una moneda, gente caminando distraída, voraces mosquitos hambrientos, músicos callejeros, borrachos sin sueño y buscavidas de mirada perdida.

En las noches de Tailandia hay negocios de comida sobre ruedas, hostales con el cartel room available, sudorosos australianos bebedores de cerveza, parejas imposibles y somnolientos recepcionistas recibiendo a viajeros de última hora.

Al fin, la mañana regresa para devolver cada cosa a su sitio. Reaparecen los policías de tráfico, los oficinistas, los colegiales, los comerciantes levantando la trapa de sus comercios y los monjes en sus túnicas naranjas luciendo rape al cero.