5/ Península Valdés

Sobrevolaba regularmente la Patagonia Saint Exupery llevando de acá para allá el correo, cuando desde el cielo descubrió aquella enorme boa a la que le había dado por zamparse un elefante entero. Esa imagen que más tarde dibujaría en El Principito es un lugar llamado la Isla de los Pájaros, en la Península Valdés. Península Valdés es un lugar de paisaje árido y belleza prehistórica. Tras arrancárselo a sus habitantes, el pueblo mapuche, todo ese territorio fue invadido por intrépidos exploradores que posan sonrientes en fotos carcomidas por el tiempo mostrando su habilidad para acabar a machetazos y fusil en mano con todo bicho viviente. Afortunadamente hoy en día es un espacio protegido poblado por irreductibles pingüinos diminutos dispuestos a embestir contra quien se interponga entre ellos y sus nidos, pacíficas ballenas gigantes danzando bajo los barcos, harenes de elefantes marinos que reposan sobre la arena sus toneladas de grasa y aparatosos lobos marinos arrastrando sus caderas para llegar al agua.

Llegué por casualidad. Por casualidad y por falta de presupuesto, ya que en realidad mi objetivo era visitar Salta, en la frontera con Bolivia, pero desde Bahía Blanca, donde colaboraba en la Universidad Nacional del Sur con un proyecto de investigación, era mucho más sencillo llegar a Península Valdés, a “sólo” 660 kilómetros, unas diez horas en colectivo, lo que en América Latina se considera una distancia pequeña. No sabía lo que iba a ver ni jamás había escuchado hablar de aquel pedazo de tierra rebosante de vida y absolutamente fascinante. Con la distancia de los años y tras tantos viajes cada vez soy más consciente de lo especial que es ese rincón del mundo y de la inmensa suerte que tuve de que mis cambios de planes me llevasen allí.