11/ Ni rastro de Pink Floyd
En la ciudad en la que nació el germen de Pink Floyd, no hay rastro de Pink Floyd. Ni una plaza o una calle que haga referencia a una de las bandas de rock más importantes de la Historia, ni siquiera alguna tienda que haya usurpado el nombre de uno de sus discos o de una de sus canciones más conocidas, una placa en la calle o un simple poster del grupo en alguno de sus pubs, o en el puestecito callejero de singles y vinilos de Market Hill. Nada.
Discretos mitómanos llegados desde medio mundo visitan, eso sí, el pub en el que se conocieron Syd Barrett y David Gilmour, el Flying Pig, que ha ido mutando de nombre desde que se inaugurase en 1840, o se acercan a tomar una pinta al The Rock, el pub en el que se bebía las horas Syd, hasta su muerte en 2006. Tratan de identificar cuál de las casas de la hilera de viviendas unifamiliares victorianas es aquella en la que creció Roger Waters, o cuál fue la residencia de la familia de Gilmour en Grantchester Meadows, muy cerca del Orchard Tea Garden en el que varias décadas atrás compartieran tertulias Keynes y Virginia Woolf con filósofos, novelistas y futuros premios nobel. En ninguno de estos rincones hay referencia alguna a la banda.
Y al fin, en mi último viaje a Cambridge, tras haber tirado la toalla intentando encontrar algún vestigio de Pink Floyd, en una de las muchas jams que es posible encontrar en la ciudad, comenzó a sonar al fondo, el inolvidable riff de guitarra de Wish You Were Here. Alguien quedaba por allí que recordaba a aquella banda.